La edición 2025 del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI) nos recibió con su habitual efervescencia cinematográfica, entre alfombras rojas, proyecciones en salas coloniales y una agenda robusta de debates sobre el futuro del cine. Sin embargo, desde nuestra presencia como medio y desde nuestra colectividad Mesa de Medios de Medellín, decidimos mirar más allá del brillo de las luces, preguntándonos: ¿para quién es este cine? ¿cómo se expande más allá del centro histórico y llega al corazón de los barrios y las veredas?

Nuestra participación en el festival tuvo un sentido claro: explorar el cine como herramienta ideológica de transformación social. Porque el cine no es neutro. Es relato, es memoria, es poder. Y su democratización —entendida como acceso a la creación, a la formación, a la circulación— es una tarea urgente si queremos construir territorios más justos, sensibles y con capacidad de narrarse desde adentro.

La experiencia fue enriquecida por la presencia de una estudiante en pasantía de la Universidad Mariana de Pasto. Valeria Mora, su mirada anclada en una región muchas veces marginada de los grandes circuitos culturales, aportó una perspectiva valiosa sobre la necesidad de descentralizar los festivales. Su voz se entrelazó con la nuestra, mostrando cómo desde el sur también se gestan apuestas audiovisuales potentes, cargadas de identidad, resistencia y propuesta estética.


Durante nuestra visita, conversamos con Izrael Moreno, rector y fundador de la Facultad de Cine de México, quien reflexionó sobre la necesidad de formar cineastas con una profunda conciencia social. “No se trata solo de dominar el lenguaje audiovisual, sino de saber para qué contar historias y desde qué ética se narran”, afirmó. 


También dialogamos con Sebastián Duque, director del Festival de Cortos de Cali, quien compartió su visión sobre la importancia de los formatos cortos como vehículos accesibles para narrar lo que no entra en los cánones de las grandes industrias. "Desde los cortos, desde las esquinas y los bordes, se están contando las historias más poderosas del país", nos dijo. 


El Festival de Cine de Cartagena nos deja muchas imágenes, pero sobre todo, muchas preguntas. La más urgente es cómo tejemos puentes reales entre estos espacios internacionales y las juventudes que, desde los territorios, sueñan con hacer cine sin tener aún una cámara.

Porque el cine no puede seguir siendo una vitrina para pocos. Debe ser trinchera, semilla, grito, escuela popular. Un acto de revolución cultural. Llamamos a llenar las esquinas de pantallas, las plazas de historias propias, y las veredas de talleres de cine comunitario. 

¡Que el cine arda en las manos del pueblo!