Han pasado 10 años desde que el plomo nos arrancó a nuestro parcero Juan David Quintana, ese mismo que caminaba las calles del Doce de Octubre con la frente en alto, con el libro bajo el brazo y la palabra afilada como machete. Lo mataron, sí, pero no pudieron con lo que sembró. Su nombre todavía se escucha en el barrio, como eco, como bandera de muchxs jovenes.

Juan David era un parcero firme. De esos que no se callan. Fundador de Movilicémonos Pueblo, organizador nato, lector empedernido, soñador con los pies en la tierra. Estaba con la Marcha Patriótica, con la gente, con el que sueña. Desde la biblioteca y el Núcleo del Pensamiento armaba revolución con palabras, parchado con los pelaos, enseñando a leer, a pensar, a no dejarse.

Y claro, eso molesta. En 2011 se paró duro contra el maltrato en la Institución Educativa Santander. Lo amenazaron, lo sacaron, pero volvió. Porque los que aman el barrio no se rajan. En 2015 fue más allá: denunció cómo los duros del crimen se estaban robando la plata del PP, con complicidad del poder. Se metió con los que mandan con miedo.

El 27 de mayo lo silenciaron a tiros. 25 balas lo callaron, pero no pudieron apagar su fuego. Lo mataron sicarios de la Oficina de Envigado, los mismos que se alimentan de la miseria de los barrios y que le temen a una comunidad despierta.

Pero aquí está Juan. En la memoria del barrio. En cada pelao que decide leer en vez de armarse. En cada chinga que se organiza. En cada grito contra la corrupción. La institucionalidad intentó ensuciar su nombre, pero la verdad se abre paso entre las grietas de la calle.

A Juan no lo mataron: lo volvieron semilla.

Y aquí estamos, diez años después, con la voz temblorosa pero firme, con la rabia intacta y el corazón rebelde. Porque a Juan lo llevamos dentro, en las luchas que siguen, en los sueños que resisten, en la memoria que no olvida.

¡Juan David vive, el barrio no lo olvida!